Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Se acercaron al borde.
Los empujó, y volaron.

Guillaume Apollinaire

martes, 11 de enero de 2011

Para que no estén solas al morir


"En su libro, pleno de historias sensacionales como la de William Scoresby, que mató 533 ballenas y escribía el diario de a bordo en verso, o la de la tripulación integrada solo por marineros negros, Hoare resalta la paradoja de la ballena: "Son los seres más grandes del planeta y el 95% de la gente nunca ha visto una. Y cuando las ves, no las entiendes. Su aspecto escapa de entrada a nuestra comprensión. Ves trozos, una aleta, un chapuzón, y has de componer el rompecabezas gigante de su verdadera forma".

Para Hoare, la relación con la ballena "es la más extraña que ha tenido el hombre con la naturaleza". Dice que sentimos hacia ella, el cetáceo, una atávica sensación de culpa colectiva y a la vez terror, y admiración, y ternura. Son el mal y la inocencia. Los antiguos inventaron prodigios acerca de ellas pero la realidad es mucho más asombrosa: "El telescopio Hubble, allá arriba, funciona porque está lubricado con grasa de ballena que no se congela, los cachalotes tienen pensamiento abstracto, autoconciencia y luminiscencia para iluminar su reino a 500 metros de profundidad; hoy se cree que hay ballenas que pueden llegar a vivir 300 años...". Así que Moby Dick podría estar viva y lucir como ornamentos los arpones de Ahab. Nos quedamos pensando en ello: "Son maravillosas. ¿Sabes que los maoríes se acuestan a su lado cuando las encuentran varadas en la playa para que no estén solas al morir?".


Del reportaje de hoy en El País "Las ballenas nadan en mi cabeza" Philip Hoare... Más en http://www.elpais.com/articulo/cultura/ballenas/nadan/cabeza/elpepicul/20110111elpepicul_5/Tes

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