“… Y el arte ‘propio’, para Joyce, tanto con respecto
a la materia sensible como a lo inteligible, reside en la percepción estética
desinteresada, en la aprehensión, en lo sentido, mientras que el arte ‘impropio’
es el que está al servicio de intereses distintos de la estética…, como puede
ser la ética, la economía, la sociología o la política.
Hay dos tipos de arte impropio: el que despierta el
deseo del objeto representado y el que suscita la aversión o el miedo al
objeto. Al arte que despierta el deseo, Joyce lo llama pornografía. En este
sentido, todo el arte publicitario es pornográfico, ya que está destinado a
promover en el espectador el deseo de poseer de alguna manera el objeto
representado. El retrato es pornográfico si no expresa otra cosa que la
similitud, si su objetivo es evocar en la mente la persona (o el animal)
representado, en lugar de atraer la vista y el sentimiento hacia la pintura en
sí misma, dentro de los límites del marco en que se presenta. De la misma
manera, un paisaje que sólo sea de interés como anuncio o recuerdo de un
determinado lugar, en vez de presentarse como una disposición estéticamente
atractiva de la materia sensible que es su objeto dentro de los límites de la
representación, es, a los ojos de Joyce, pornográfico. […]
Al arte que
suscita aversión o miedo, Joyce lo llama didáctico. La sátira, el retrato irónico
o burlesco y la crítica social son didácticos y, por lo tanto, desde la
perspectiva de Joyce, arte impropio. Tanto el arte fascista como el marxista
son, desde luego, didácticos, deliberadamente; pero en Europa y también en
Norteamérica, desde la época de Émile Zola (1840-1902), la didáctica sociopolítica
ha empezado a considerarse en muchos ámbitos como la única justificación del
arte, que de otro modo se tiene por ‘escapista’ o encerrado en su propia ‘torre
de marfil’.
Todo arte ‘impropio’,
ya sea pornográfico o didáctico, mueve al espectador, o, al menos, se propone
moverlo, a la acción, ya sea con una actitud de deseo o de miedo o repugnancia
hacia el objeto. Lo acerca o lo aleja de él, por lo que Joyce lo califica de cinético (del griego kinetikos, de kinein, ‘mover’); por el
contrario el arte ‘propio’ es estático (en griego, statikos, ‘que genera quietud’). Hablamos, por ejemplo, de un ‘arrebato’ o una ‘parálisis
estética’; una situación que no induce a ningún tipo de movimiento, sino a una
detención en la contemplación y el goce (estético). En palabras de Joyce: ‘La
mente se detiene y se eleva por encima del deseo y la aversión’.
Es esta
elevación de la mente y, con ella, del ojo que contempla, por encima del deseo
y la aversión, del deseo y del miedo, lo que asemeja a la vía del arte y al
artista con el místico. Sin esa transformación que es a la vez de la conciencia
y de la visión, no puede atravesarse el umbral al reino del arte. Las técnicas
por sí solas no sólo son inútiles sino que pueden descarriar incluso al artista
dotado de talento; así como, en la vía del misticismo, la adquisición de
poderes psicofisiológicos impresionantes mediante el ejercicio del yoga puede
llegar a ser causa de extravío del practicante. Lo advierten muchas leyendas
indias, que hablan de demonios que a fuerza de su extrema perseverancia,
alcanzaron a través del yoga tan extraordinarios poderes (siddhi), que pudieron incluso destronar a los dioses y adquirir el
control del universo. […] De manera
parecida, el efecto que ha tenido sobre la mentalidad popular en el mundo
actual el persistente didactismo sociopolítico de los medios de comunicación,
en combinación con la publicidad pornográfica (a la manera de los dirigentes de
la decadente Roma, cuando ofrecían a su población ‘pan y circo’, panen et circenses), ha sido desatar los
Jinetes del Apocalipsis a escala planetaria en el siglo XX (Apocalipsis 6:
1-8). ¿Qué estallido del espíritu hará falta ahora para reducir a la nada al
monstruo de mil cabezas que nos asuela?
Ha de ser
un estallido silencioso que, además, no generará su efecto sobre todos nosotros
de una sola vez. De hecho, las condiciones para su aparición ya están dadas. …”
‘Las Extensiones interiores del
espacio exterior’ JOSEPH CAMPBELL (Ed. Atalanta)