Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Se acercaron al borde.
Los empujó, y volaron.

Guillaume Apollinaire

jueves, 25 de abril de 2013

Cielo o Tierra II



“Al final de su cuarto volumen de Les mythologiques, el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss concluye que si existe una pareja de símbolos que encarne nuestra condición dual, ésa es la del Cielo y la Tierra. Y es que casi todas la mitologías hablan de un tiempo en que el mundo celeste yacía con este mundo; su separación fue la causa de todas nuestras desdichas y su reencuentro es nuestro anhelo. El hieros gamos, o matrimonio sagrado, de Cielo y Tierra es un símbolo de todos nuestros ansiados reencuentros de arriba a abajo en la escala del ser: emoción e intelecto, materia y espíritu, cuerpo y alma, Uno y Múltiple, masculino y femenino, humano y divino, libertad y determinismo: todas las contradicciones de nuestra demediada existencia se enlazan maravillosamente en la boda del alma y el espíritu, que mantiene nuestra dualidad en el corazón mismo del Uno. La metáfora del matrimonio nos dice que el tópico también es cierto: que aunque siempre seamos nosotros, sólo lo somos verdaderamente cuando nos hallamos en otro, tal y como Dante y Beatriz se reflejaron en los ojos del otro ante el altar resplandeciente del Amor.”
 
‘La Tradición oculta del alma’  PATRICK HARPUR  (Ed. Atalanta)

martes, 23 de abril de 2013

Redes

grafito y lápiz de color s/papel (21 x 29 cms) 

pastel y lápiz de color s/papel (21 x 29 cms)

viernes, 12 de abril de 2013

Cielo o Tierra

óleo s/lienzo (36 x 26 cm)

lunes, 1 de abril de 2013

Sobre la vida de las estrellas

 
“… Una estrella típica como nuestro Sol empieza su vida como una gran bola de gas de hidrógeno difuso, llamada ‘protoestrella’ y se contrae gradualmente bajo la fuerza de la gravedad. Cuando empieza a colapsar, empieza asimismo a rotar rápidamente (lo que a menudo lleva a la formación de un sistema de estrella doble, donde las dos estrellas se persiguen en órbitas elípticas, o a la formación de planetas en el plano de rotación de la estrella). El núcleo de la estrella también se calienta de manera tremenda hasta que llega aproximadamente a 10 millones de grados o más, y es cuando tiene lugar la fusión de hidrógeno para convertirlo en helio.
            Cuando la estrella se inflama, se llama ‘estrella de secuencia principal’ y puede arder durante unos 10.000 millones de años, convirtiendo lentamente su núcleo de hidrógeno en helio. Nuestro Sol está actualmente a medio camino en este proceso. Una vez terminado el plazo de quema del hidrógeno, la estrella empieza a quemar helio, momento en que se expande enormemente hasta alcanzar el tamaño de la órbita de Marte y se convierte en una ‘gigante roja’. Cuando el combustible de helio en el núcleo queda agotado, las capas exteriores de la estrella se disipan y abandonan el propio núcleo, ‘una enana blanca’ de dimensiones similares a las de la Tierra. Estrellas pequeñas como nuestro Sol morirán en el espacio, como residuos de material nuclear muerto, en forma de enanas blancas.
            Pero en estrellas que tienen quizá de diez a cuarenta veces la masa del Sol, el proceso de fusión se efectúa mucho más rápido. Cuando la estrella se convierte en una supergigante roja, su núcleo fusiona rápidamente los elementos más ligeros, por lo que parece una estrella híbrida, una enana blanca dentro de una gigante roja. En esta enana blanca pueden crearse los elementos más ligeros de la tabla periódica de elementos hasta el hierro. Cuando el proceso de fusión alcanza la fase en que se crea el elemento hierro, no puede extraerse más energía, por lo que el horno nuclear, después de miles de millones de años, se apaga. En este punto, la estrella se colapsa abruptamente, creando grandes presiones que empujan los electrones hacia los núcleos. (La densidad puede exceder 400 mil millones de veces la densidad del agua.) Esto hace que las temperaturas se eleven a millones de grados. La energía gravitacional comprimida en este objeto pequeño explota hacia fuera en una supernova. El intenso calor de este proceso hace que la fusión vuelva a empezar, y se sintetizan los elementos más allá del hierro en la tabla periódica.
            La supergigante roja Betelgeuse, por ejemplo, que puede verse fácilmente en la constelación Orión, es inestable; puede explotar en cualquier momento como una supernova, arrojando grandes cantidades de rayos gamma y rayos X en su espacio circundante. Cuando eso ocurra, esta supernova será visible durante el día y podría brillar más que la Luna por la noche. (En otros tiempos se pensó que la titánica energía liberada por una supernova había aniquilado a los dinosaurios hace 65 millones de años. Una supernova a unos diez años luz de distancia podría, en realidad, terminar con toda la vida en la Tierra. Afortunadamente, las estrellas gigantes Spica y Betelgeuse están a 260 y 430 años luz de distancia, respectivamente, demasiado lejos para causar un daño demasiado serio a la Tierra cuando finalmente exploten. Pero algunos científicos creen que hace 2 millones de años una extinción menor de criaturas marinas fue causada por la explosión en forma de supernova de una estrella situada a 120 años luz.)
            Eso también significa que nuestro Sol no es la verdadera ‘madre’ de la Tierra. Aunque muchos pueblos de la Tierra lo han adorado como un dios que dio nacimiento a la Tierra, esto es sólo parcialmente correcto. Si bien la Tierra fue creada originalmente por el Sol (como parte del plano eclíptico de detritos y polvo que circulaba a su alrededor hace 4.500 millones de años), nuestro Sol es apenas lo bastante caliente para fusionar el hidrógeno en helio. Eso significa que nuestro verdadero ‘sol madre’ era en realidad una estrella o colección de estrellas sin nombre que murió hace miles de millones de años en una supernova, que después sembró nebulosas cercanas con los elementos superiores más allá del hierro que forman nuestro cuerpo. Literalmente, nuestros cuerpos están hechos de polvo de estrellas, de estrellas que murieron hace miles de millones de años.”
 
‘Universos Paralelos’  MICHIO KAKU (Ed. Atalanta)