Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Se acercaron al borde.
Los empujó, y volaron.

Guillaume Apollinaire

viernes, 19 de junio de 2015

Ver la luz


“A menudo, Cézanne pintaba la misma escena una y otra vez. Un día, a la orilla de un río, le comentó a su hijo que veía ante sí tantísimos motivos ‘que podría estar ocupado durante meses sin necesidad de cambiar de sitio’.  […]

 

Al final, ‘se llega al fondo de lo que tenemos delante’. Como el alquimista, cuyas acciones exteriores no eran sino la imagen de su transformación interior, el pintor, al crear algo externo a él, realiza una obra interior igual de preciosa: alcanza una visión más clara. […]


Goethe, como botánico, conocía bien el poder de la luz para dar vida. Además, tenía la sensación de que la luz no sólo servía para dar vida, sino que también podía, gracias a su acción incesante, crear el órgano adecuado para percibirla. La evolución se ha desarrollado en el contexto de la luz y, con el paso del tiempo, el cuerpo respondió con el órgano de la visión… Si la luz no hubiera ‘visto’ al hombre, nunca habríamos visto la luz. […]

El pintor y el monje son diferentes de nosotros no por lo que acontece en su interior, sino porque se entregan conscientemente a la transformación. Se educan a sí mismos para el fin que han elegido. Por el contrario, a la mayoría de nosotros nos educan otros y lo hacen para fines que no hemos elegido. Por tradición, los artistas, los filósofos y los religiosos han constituido ese pequeño segmento consciente de la sociedad que acomete la importante –y a menudo dolorosa- tarea de la introspección y la crítica profética. Son ellos quienes advierten los peligros de la mirada habitual, irreflexiva, y toman consciencia de la necesidad de renovarse infatigablemente. […]

Para los pintores, los monjes y los científicos de verdad, la sabiduría no es un objeto, sino un acontecimiento. El momento de importancia crucial es el señalado por Goethe, el momento del ‘apercu’, revelación… Podemos despertarnos cada día durante sesenta años con el brillo del amanecer y no llegar a ver la luz… […]

Para alcanzar la epifanía del conocimiento hay que tener órganos de revelación, instrumentos internos; y el conocimiento nuevo requiere instrumentos nuevos. Todos disponemos de los rudimentos de cada uno de esos órganos, pero les negamos el cultivo que necesitan, descuidamos la práctica en cuya luz podrían crecer y florecer.”


“Capturar la luz” de ARTHUR ZAJONC  (Ed. Atalanta)