Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Venid hasta el borde.
No, que caeremos.
Se acercaron al borde.
Los empujó, y volaron.

Guillaume Apollinaire

lunes, 28 de noviembre de 2011

Creando la realidad


    "La expresión  ‘inventar posibilidades en la realidad’ puede sonar extraña, porque en castellano la palabra ‘invención’ cambió hace siglos de significado. El exabrupto de Unamuno –“¡que inventen ellos!”- era típicamente hispánico. Los primeros diccionarios recogieron la palabra ‘invenciones’ con el significado de fabulaciones y mentiras, con lo que perdieron la acepción original, que era ‘encontrar’. Crear es inventar posibilidades, es decir encontrarlas. Lo mismo significa ‘trovar’. Los trovadores encontraban el encanto, el amor y la rima. Lo posible, que aún no existe, surge de la acción de la inteligencia sobre la realidad. Las cosas tienen propiedades reales, en las que inventamos posibilidades libres. En la propiedad real del petróleo, que es producir energía, el hombre descubrió la posibilidad de volar. El bloque de mármol contenía como posibilidad el David que Miguel ángel inventó. Que una de las posibilidades de la piedra era ser castillo o catedral o acueducto fue un magnífico descubrimiento. Contemplada a partir de esa función, la inteligencia se convierte en fecundadora de lo real, que adquiere así una cierta ilimitación. No estaba implícito en lo real  que unas insignificantes rocas pudieran transformarse en bronce y el bronce en la espiritada figura del San Jorge de Donatello. Ésa era una posibilidad libre. También lo era que la sexualidad humana pudiera enlazarse con un sentimiento amoroso. Lo que aparece es real, pero pertenece al momento libre de lo real, que sólo aparece por la inteligencia humana.

[…]

    Lo que al contemplar una obra de arte nos produce esa peculiar euforia, esencial a la experiencia estética, es comprobar lo que la inteligencia ha sido capaz de hacer con la realidad. Percibimos en su fecundidad el espejismo de una vida más amplia, una inconcreta promesa de felicidad. La aparente puesta en fuga de la limitación hace que nos sintamos ligeros. Bien mirado, ¿no parece imposible que el aire, al pasar por un tubo, silbe una melodía de Mozart? Una orquesta es una conjunción sorprendente de maderas horadadas, cuerdas, tripas, cajas, metales e inteligencia.

    Entre los instrumentos musicales y los troncos, piedras y animales de los que proceden hay un intervalo admirable. Un piano o un clarinete son tratados condensados de talento creador. Un nuevo intervalo se abre entre ellos y la exaltada sonoridad de la sinfonía que producen. Un intervalo es el espacio abierto por el hombre en la realidad bruta, para dar a luz sus posibilidades. Ésa es la obra creadora. Al ciprés pintado por Van Gogh le separa del ciprés real una distancia, un hueco en el que encontramos, como un poderoso Hércules que separando los continentes diera amplitud al mar, la inteligencia creadora del pintor. Entre la fauna de batracios elegantes que poblaba los salones de Paris y las fascinantes criaturas envueltas en telas de araña que viven En busca del tiempo perdido, el intervalo es Proust. Cuando despabilamos el ánimo o hacemos un regalo, cuando desdeñamos el hablar negligente –cómodo y mortal- o el silencio –mortal y casi siempre asesino- para  empeñarnos en elevar el estilo, no estamos haciendo una obra de arte –eso no es tan importante-, sino un acto de inteligencia creadora, que es, como veremos, comprobación y ejercicio de libertad. Lo que al contemplar una crueldad o un error nos produce irritación es saber que aquello podría haber sido de otra manera.

    Si acabara aquí la descripción, pecaría de optimista. El hombre ha inventado la música de cámara, pero también la cámara de gas. En nuestro haber figuran la belleza y el horror, y tejemos el porvenir con esperanza y miedo. Al fin y al cabo, dicen que la angustia no es más que la conciencia de la posibilidad. Estamos obligados a elegir y nada nos asegura que lo hagamos con acierto. De ahí que sea necesario discernir las posibilidades. La ética no es más que el salvavidas al que ha de aferrarse la inteligencia, tras haber naufragado en las posibilidades que ella misma engendró".

“Teoría de la inteligencia creadora” de JOSÉ ANTONIO MARINA

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