INVENTORA DE PAISAJES
En esencia tienen en común todos ellos un apremio compartido por reordenar el entorno natural con arreglo a sus más íntimos impulsos estéticos y emocionales. Es así como la subjetividad de cada uno de ellos, aliada con su sensibilidad, produce el milagro de la perpetua reinvención de la naturaleza. Siempre individualizada, siempre distinta, siempre cambiante.
Por eso resulta gozoso saludar la irrupción de algún nuevo inventor de paisajes. Garantiza una nueva percepción, una distinta caligrafía pictórica, un sentimiento irrepetible ante el milagro de la naturaleza.
En este momento es la joven artista logroñesa Mercedes Blanco la que se está haciendo un sitio en tan ilustre lista.
Conozco a Mercedes desde hace algunos años. Los suficientes para anotar su tesón y su pasión. Pero también para dejar constancia de la claridad de sus ideas a la hora de elegir un territorio pictórico y acotarlo como espacio propio en el que centrar su investigación y su búsqueda.
Cuando contemplo la obra reciente de Mercedes no puedo (ni quiero) evitar el juego de las conexiones. La riojana no mimetiza a Van Gogh ni a Munch. Pero sí se da esa misteriosa corriente freática que irriga las raíces de todo artista y que aporta a Mercedes nutrientes de ambos maestros. Siempre es bueno trasladar a lo consciente el efecto vivificante de las influencias magníficas .
Alguien dijo que todo artista es un hijo natural que dedica su vida a buscar a su padre pictórico. Nuestra pintora lo tiene fácil; no tiene más que rastrear a sus posibles padres entre los más renovadores y heterodoxos paisajistas de la última centuria.
Todos los indicativos de su ADN estético dan positivo en tal sentido:
Mercedes Blanco Marín.- Inventora de paisajes.
Miguel Ángel Ropero
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