La
imagen del corazón –l’immágine del cuor-
era una idea importante en la obra de Miguel Ángel, que estaba muy influido por
la tradición platónica. Imaginar con el corazón hace referencia a un modo de
percepción que atraviesa nombres y apariencias físicas hasta llegar a una
imagen interior personificada, desde el corazón hasta el corazón. Cuando Miguel
Ángel retrató a Lorenzo y Julián de Médicis en la sacristía de San Lorenzo, los
rasgos que plasmó no eran naturales, no eran como aparecían en la realidad,
sino que estaban transfigurados para que se ajustaran a la verdadera imagen de
sus personas en el corazón. Mientras que el Renacimiento científico (Bacon y
Galileo) insistía en la primacía de la percepción sensible, la immágine del cuor de Miguel Ángel
implicaba que la percepción es secundaria
a la imaginación. Al imaginar más allá de lo que ven los ojos, aunque a
través de ellos, la imaginación concibe imágenes primordiales. Y éstas se
presentan a sí mismas bajo formas personificadas.
Más
cerca de nuestro tiempo, otro mediterráneo, Miguel de Unamuno, volvió a la
relación entre corazón e imágenes personificadas y explicó la necesaria interdependencia
del amor y la personificación:
“Para
amarlo todo, para compadecerlo todo, humano y extrahumano, viviente y no
viviente, es menester que lo sientas todo dentro de ti mismo, que lo
personalices todo. Porque el amor personaliza todo cuanto ama, todo cuanto
compadece. Sólo compadecemos, es decir, amamos, lo que nos es semejante, y en
cuanto nos lo es, y en tanto más cuanto más se nos asemeja, y así crece nuestra
compasión, y con ella nuestro amor a las cosas a medida que descubrimos las
semejanzas que con nosotros tienen. (…) El amor personaliza cuanto ama. Sólo
cabe enamorarse de una idea personalizándola.”
Y
concluye diciendo: “El sentimiento del mundo, sobre el que se funda la
comprensión de él, es necesariamente antropomórfico y mitopeico”. Amar es una
forma de conocer, y, para conocer, el amor tiene que personificar. Personificar
es, pues, una forma de conocer, especialmente aquello que es invisible y está
oculto en el corazón.
Desde
esta perspectiva, personificar no es un modo menor y primitivo de aprehender,
sino uno más sutil. Constituye en la teoría psicológica el intento de darle
corazón al método y de devolver los pensamientos abstractos y la materia muerta
a su configuración humana. Dado que personificar es una epistemología del corazón,
una manera intelectual de sentir, hacemos mal en considerarlo como un proceso
mental arcaico e inferior, apto sólo para aquellos a quienes les está permitido
el lenguaje emotivo y la lógica afectiva: niños, locos, poetas y primitivos. El
método en psicología no debe poner obstáculos al amor, y somos unos insensatos
al calificar de inferiores los medios que el amor mismo emplea para comprender.
'Re-imaginar la Psicología' JAMES HILLMAN (Ed. Siruela)
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