“… Una estrella típica
como nuestro Sol empieza su vida como una gran bola de gas de hidrógeno difuso,
llamada ‘protoestrella’ y se contrae gradualmente bajo la fuerza de la
gravedad. Cuando empieza a colapsar, empieza asimismo a rotar rápidamente (lo
que a menudo lleva a la formación de un sistema de estrella doble, donde las
dos estrellas se persiguen en órbitas elípticas, o a la formación de planetas
en el plano de rotación de la estrella). El núcleo de la estrella también se
calienta de manera tremenda hasta que llega aproximadamente a 10 millones de
grados o más, y es cuando tiene lugar la fusión de hidrógeno para convertirlo
en helio.
Cuando la estrella se inflama, se llama ‘estrella de
secuencia principal’ y puede arder durante unos 10.000 millones de años,
convirtiendo lentamente su núcleo de hidrógeno en helio. Nuestro Sol está
actualmente a medio camino en este proceso. Una vez terminado el plazo de quema
del hidrógeno, la estrella empieza a quemar helio, momento en que se expande
enormemente hasta alcanzar el tamaño de la órbita de Marte y se convierte en
una ‘gigante roja’. Cuando el combustible de helio en el núcleo queda agotado,
las capas exteriores de la estrella se disipan y abandonan el propio núcleo, ‘una
enana blanca’ de dimensiones similares a las de la Tierra. Estrellas pequeñas
como nuestro Sol morirán en el espacio, como residuos de material nuclear
muerto, en forma de enanas blancas.
Pero en estrellas que tienen quizá de diez a cuarenta
veces la masa del Sol, el proceso de fusión se efectúa mucho más rápido. Cuando
la estrella se convierte en una supergigante roja, su núcleo fusiona rápidamente
los elementos más ligeros, por lo que parece una estrella híbrida, una enana
blanca dentro de una gigante roja. En esta enana blanca pueden crearse los elementos
más ligeros de la tabla periódica de elementos hasta el hierro. Cuando el
proceso de fusión alcanza la fase en que se crea el elemento hierro, no puede
extraerse más energía, por lo que el horno nuclear, después de miles de
millones de años, se apaga. En este punto, la estrella se colapsa abruptamente,
creando grandes presiones que empujan los electrones hacia los núcleos. (La densidad
puede exceder 400 mil millones de veces la densidad del agua.) Esto hace que
las temperaturas se eleven a millones de grados. La energía gravitacional
comprimida en este objeto pequeño explota hacia fuera en una supernova. El intenso
calor de este proceso hace que la fusión vuelva a empezar, y se sintetizan los
elementos más allá del hierro en la tabla periódica.
La supergigante roja Betelgeuse, por ejemplo, que puede
verse fácilmente en la constelación Orión, es inestable; puede explotar en
cualquier momento como una supernova, arrojando grandes cantidades de rayos
gamma y rayos X en su espacio circundante. Cuando eso ocurra, esta supernova
será visible durante el día y podría brillar más que la Luna por la noche. (En
otros tiempos se pensó que la titánica energía liberada por una supernova había
aniquilado a los dinosaurios hace 65 millones de años. Una supernova a unos
diez años luz de distancia podría, en realidad, terminar con toda la vida en la
Tierra. Afortunadamente, las estrellas gigantes Spica y Betelgeuse están a 260
y 430 años luz de distancia, respectivamente, demasiado lejos para causar un
daño demasiado serio a la Tierra cuando finalmente exploten. Pero algunos científicos
creen que hace 2 millones de años una extinción menor de criaturas marinas fue
causada por la explosión en forma de supernova de una estrella situada a 120
años luz.)
Eso también significa que nuestro Sol no es la verdadera ‘madre’
de la Tierra. Aunque muchos pueblos de la Tierra lo han adorado como un dios
que dio nacimiento a la Tierra, esto es sólo parcialmente correcto. Si bien la
Tierra fue creada originalmente por el Sol (como parte del plano eclíptico de
detritos y polvo que circulaba a su alrededor hace 4.500 millones de años),
nuestro Sol es apenas lo bastante caliente para fusionar el hidrógeno en helio.
Eso significa que nuestro verdadero ‘sol madre’ era en realidad una estrella o
colección de estrellas sin nombre que murió hace miles de millones de años en
una supernova, que después sembró nebulosas cercanas con los elementos
superiores más allá del hierro que forman nuestro cuerpo. Literalmente, nuestros
cuerpos están hechos de polvo de estrellas, de estrellas que murieron hace miles
de millones de años.”
‘Universos Paralelos’ MICHIO KAKU (Ed. Atalanta)
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