He soñado un encuentro:
Hay un lugar dentro de mis redes neuronales donde habita la tristeza obligada a replegarse; creo que de ahí esta noche ha llegado algo así como una niña-mujer pequeña, muy delgada, sus piernas no la sostenían, llegaba casi exhausta, mojada y tiritando porque venía de nadar o bucear en el océano oscuro y profundo. Estaba alucinada porque no podía creer que alguien tan delicado viniera de ahí abajo y con la sencillez y la alegría que traía, me dejaba entrever en ella un coraje enorme, sus piernas no le respondían y había subido a través de escarpados acantilados y empujado la puerta de entrada, metálica y pesada, en medio de la noche. La he abrazado porque casi se caía y su ser desprendía sencillez, alegría, equilibrio, fortaleza, naturalidad.
Cuando me he despertado he tardado unos segundos en saber quién era yo, en qué momento del día o de la noche y dónde me encontraba, qué tenía que hacer ese día o a qué me dedicaba, es como si hubiera dejado caer lo que sé de mí misma para salir al encuentro.
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